Mientras intentas sellar con silicon el dranaje del lavabo de la clinica, te salpica en el ojo un poco de agua sucia. Te arde. Fracasas en el infantil intento de sellar porque al construir la clinica nadie se preocupo por esos detalles tontos. Lo que importaba era aparentar el progreso y poner una enorme placa en la entrada con el nombre de algun programa populista de sexcenios anteriores. Te retiras la lente de contacto por miedo a que el agua sucia te lleve a una infección conjuntival. La sumerjes en la solución de acido bórico para desinfectarla. Vas a nadar al hotel del pueblo y te dejas caer de la plataforma, se te cae el reloj al entrar al agua. Pero no se pierde. Regresas a la clinica donde tallas freneticamente el piso con una solución detergente concentrada. Te bañas. Colocas nuevamente los lentes de contacto sin saber realmente porque. Te arde otra ves, pero prefieres correr el riesgo aun sin saber porque. Silbas alguna canción de sudamerica mientras una lluvia ligera cae sobre el pueblo. Te subes a un monton de piedras para ver por encima de la copa de los arboles, hacia la sierra. No se ve el sol, solo la luz que dejan pasar las nubes. El clarobscuro crepuscular. Se oyen tambores, lejanos en el centro del pueblo. Parece haber algun evento politico menor. Se detienen por un segundo mientras ves el crepusculo. El tiempo se detiene en tu cabeza. Vale la pena la infección conjuntival a cambio de ver un crepusculo imponente. Por un momento no hay tristeza, no hay soledad.